jueves, mayo 25, 2017

El Mesías de La Platina

Esta semana por fin tuvimos puente.

Luego de 12 años desde que se apareció “La Platina” (2009), quizás más de 35 años luego de agotada la vida útil del anterior puente, luego de todo tipo de postergaciones, y luego de varias semanas desde la última fecha de atraso, que fue varias semanas luego de la fecha originalmente prometida bajo pena de despido del Ministro, tuvimos puente.

(Foto Nacion. com)
Es una obra titánica que merece su lugar en la historia. Lo malo es que la historia en la que se enmarca es una de décadas de errores, corrupción y mediocridad, y de la que participamos todos desde la tristeza y resignación de que nada puede hacerse. En la que vivimos en el confort de que son otros los que logran las cosas.

Y claro, como son otros siempre, es que últimamente se escuchan voces, hasta de personas inteligentes, pero abrumadas por la tristeza, de que ocupamos un Mesías que nos saque de este pantano.


Ya hemos aceptado que nada camina y que nuestro Estado es incapaz.


...durante décadas hemos estado con préstamos aprobados que por incapacidad del Estado hemos tenido que pagar, porque está consignado ese pago en los contratos de los bancos, y nosotros hemos sido incapaces de cumplir.”, dice nuestro Presidente. “... (N)i la Unops, ni el médico chino puede resolver problemas que tiene nuestra realidad nacional”, agrega. Aún más, se pregunta: “¿Cuántos carteles equivocadamente ha hecho el Conavi o el MOPT a lo largo de su historia? ¿Cuántos contratos mal hechos? ¿Cuántas concesiones mal hechas?


Y sin embargo, no es un Mesías lo que ocupamos. Ni uno que haga el puente, ni uno que prometa acabar con la corrupción y la criminalidad, aunque no haya dicho ni una vez de qué forma ni con el apoyo de quién. Porque el liderazgo es formar equipo.


Este puente debió de ser el símbolo de que como país somos capaces de ver más allá y de hacer cosas grandes. Pero si seguimos buscando Mesías no podemos ver lo que está frente a nuestras narices.


La idolatría del puente nuevo (o el fanatismo de desmerecer el logro) nos impide ver dos cosas muy importantes:




Hubiera sido el momento de hacer una nueva marca país. No de la naturaleza que la Creación nos dió, sino de lo que somos capaces de hacer con nuestras manos.


Era el momento de elevar la moral de quienes en las instituciones tratan de hacer bien las cosas. De motivarnos a cada uno de nosotros como parte que somos de ese engranaje que debe ser una sociedad. De decir: Sí, podemos entre todos.


Pero no se hizo.

Seguimos condenados al Mesías solitario que camina por el barandal, desapercibido por carros que a alta velocidad se hunden en la noche de la rutina diaria.