lunes, marzo 16, 2015

La desconexión ciudadana

El Gobierno es una estructura formal, que ha evolucionado con el paso de los años tratando de ser, cada vez más, una herramienta de mejor provecho para la ciudadanía.


Y sin embargo, hay constantes críticas, grandes retos por la complejidad de los intereses sociales diversos en juego y crecientes pérdidas de confianza. De hecho, según CNN, en EEUU la confianza en el Gobierno estaba en su punto más bajo histórico. Sólo un 13% de los encuestados indican confiar en el gobierno siempre o la mayoría del tiempo. Los datos de OCDE van en el mismo sentido globalmente. En nuestro país, entre el Estado de La Nación y el Tribunal Supremo de Elecciones han alertado sobre el alto abstencionismo.


Sin embargo, en el fondo la discusión no debería ser sobre la pérdida de confianza o la apatía electoral. El problema de fondo es la desconexión profunda entre la población y sus autoridades.


Hay una desconexión profunda entre ciudadanos y Gobierno, pero en vista de que sabemos que el Gobierno debe de resolver las cuestiones públicas, no nos queda más que seguir solicitándole que actúe.


Pero, ¿realmente esa es la única opción?


La Alianza para el Gobierno Abierto, lanzó en 2011 un nuevo reto: crear gobiernos más transparentes, y más dispuestos a la participativos y colaboración ciudadanas.


Este reto en apariencia es para los Estados, para sus Gobiernos, pero en realidad abarca a la ciudadanía.


Es cierto que se exige que haya cumplimiento de ciertos estándares, pero el objetivo realmente es crear gobiernos más abiertos no sólo para conocer así la información que producen, recolectan y almacenan, y su actuación constante, sino para involucrar a la ciudadanía en la fabricación y toma de decisiones.


Las Administraciones Públicas tienen enormes restricciones en la toma de decisiones, desde barreras legales (a veces sustentadas más en tradiciones legales más que en normas expresas) hasta financieras (con presupuestos rígidos y con una altísima impopularidad al aumento de ingresos).


Es ahí en donde el Gobierno Abierto viene a crear un espacio de diálogo permanente entre el Gobierno y la Ciudadanía. No como enemigos sino como contrapartes en un objetivo común.


Pero así como se le exige al Gobierno muchos cambios, incluyendo crear esos espacios de participación, la Ciudadanía debe aportar una participación de buena fe y con la aceptación de que es un proceso de cambio de mentalidades en los funcionarios públicos.


Algunos gobiernos nacionales y locales, poderes del estado, así como algunas instituciones y otros entes públicos han dado el cambio y han entendido que no hay marcha atrás. La interconexión, gracias a las redes de comunicación virtuales, no se detiene.


Han comprendido que el futuro no puede ser sino más transparente, más participativo y más colaborativo y lo que buscan es cómo lograrlo, apoyándose en las Tecnologías de Información y en otros medios no virtuales de participación presencial (esenciales mientras se reduce la brecha digital).


Pero otros aún tienen rechazos y objeciones. Más fundados en el desconocimiento que en una verdadera voluntad de ser opacos.


El reto es de los Gobiernos, cierto, pero como ciudadanos debemos dar el primer paso. Debemos acudir a las oficinas públicas a recordarles a los funcionarios que ellos también son ciudadanos y que todos, ellos y nosotros nos merecemos un Gobierno eficiente y transparente. Un Gobierno que les haga sentir orgullosos a sus funcionarios. Un Gobierno que de servicios públicos de calidad, oportunos y transformadores del tejido social.

En esta desconexión alguien tiene que tomar la iniciativa de romper el silencio y la distancia para crear puntos de contacto. No esperemos a que otros lo hagan.

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